Cada elemento pensado de forma especial y cargado de sentimiento, así fue el transcurso de la boda de Tania y Bruno, una auténtica boda heartmade que conquista lentamente con cada detalle al igual que su relación. Una bonita historia de amor sellada con un anillo de compromiso al amanecer en la misma playa donde por primera vez hablaron de lo que sentían el uno por el otro. Y nada mejor que A Coruña, el lugar donde se conocieron, dónde viven y a dónde pertenecen, para que actuara como testigo de ello. Magia con tintes indies y buen gusto que nos ha disparado directamente al corazón.
Y es que la boda de estos dos arquitectos, ella reconvertida en diseñadora de moda de la firma homónima Tania Campos, no podía más que albergar una estructura pensada y calculada dejando fluir un sentido estético impecable, eso sí, sin olvidar el núcleo principal de todo ello: su amor, su historia y sus gustos y criterios.Un trabajo cuidado que se refleja también en el vestido de novia, un diseño ideado por Tania, quién también se encargó del diseño de su madre y las niñas de arras, reflejo de su personalidad y su manera de sentir: un vestido de gasa georgette en el cada capa del vestido tenía además un significado.
La base lencera de crêpe representaba la esencia limpia, sencilla, ajustada al cuerpo. La capa superior era el valor añadido. Las costuras, dirigidas al centro, tanto en el delantero como en la espalda, recordaban todos los abrazos y el cariño que ha recibido y guarda dentro de ella. El bordado a mano de Flor Arias, lleno de detalles, era un reflejo de las experiencias a lo largo de la vida y que forman parte de quién es. Ambas capas podrían existir de forma independiente pero es al combinarlas cuando se puede leer todo su significado.
Como complementos, unos zapatos de la línea Étoile de Isabel Marant, un look beauty muy natural y una preciosa corona-joya hecha a medida de Suma Cruz. Un pequeño homenaje a su cabeza, a los sueños e ilusiones que habitan en ella y que normalmente guarda para sí.
El ramo de astilbe y ramas de olivo lo confeccionó Aura Bohème, en cuyo tallo colocó una puntilla de encaje de Camariñas que había formado parte de la primera colección diseñada por la novia. El ramo se lo regaló a una amiga especial que la había acompañado durante todo el proceso de la boda. Antes de ello, cortó tres ramas y tres flores que guardó en tres tarros de cristal: uno para su madre, otro para su madrina y otro para ella, que se resistía a despedirse de su ramo.
Bruno, por su parte, hizo su traje a medida en Anglomanía. Un conjunto de líneas limpias en un tejido ojo de perdiz azul, chaleco en tonos celestes y blancos, corbata de CH Carolina Herrera, tirantes de Albert Thurston y zapatos de Carmina. Los gemelos, de Lanvin, fueron regalo de Tania y su dibujo era un guiño a las costuras de su vestido.
El lugar que escogieron para celebrar la boda fue a La Rectoral de Cines, un espectacular espacio de cuya decoración y coordinación se encargaron los chicos de Frida Kiwi. Para ello diseñaron una decoración sutil y elegante en la que combinaban metacrilato, madera y gasa, un recierdo a través de los materiales a las profesiones de ambos y donde tampoco faltaron luces de verbena.
La ceremonia fue en el patio de la rectoral y estuvo cargada de simbolismo bajo las canciones de Love of Lesbian, Zahara, José González y Leonard Cohen versionadas por la Isla de Kendal. Mucha emoción en la que tampoco faltaron las alianzas, un diseño minimalista creado por Sansoeurs, cuya alma máter estudió en la misma escuela de arquitectura que la pareja.
Uno de los detalles más hermosos fue el banco donde se sentó la pareja: un Ercol vintage, regalo conjunto de sus padres que junto a la mesa confeccionada por el padre de la novia se convirtieron en los muebles más especiales que ahora ocupan un buen lugar en su casa.
Tras la ceremonia, un aperitivo con música en directo para pasar posteriormete al banquete que disfrutaron a tope junto a sus invitados. Como detalle les entregaron un bote de vidrio y madera que contenía una vela y una libreta. La vela la invitaban a encender durante el baile, para que los acompañaran en ese momento y que, cuando la encendiesen de nuevo en su casa, se sintieran acompañados por ellos. Las libretas estaban diseñadas y cosidas por Tania y Bruno con el nombre de cada invitado y una frase personal. Para ellos no hay mejor regalo que uno hecho a mano, una forma de albergar de alguna manera un trocito de esa persona.
Acabada la cena los invitados sorprendieron a los novios con un pasillo con bengalas al final del cual les esperaban unos globos para que lanzaran al aire con sus deseos. A la vuelta al salón les recibió un vídeo hecho por sus madres con su historia vital.
El baile dejó bocabiertos a los invitados, descalzos y sin chaqueta, lo interpretaron con danza contemporánea, una afición que ese día quisieron recuperar con una coreografía que creada para ellos por Magda Pesqueira y que tenía un significado especial.
Emociones, momentos y sentimientos vividos en un sólo día pero que gracias al vídeo de Lobos y a las espectaculares fotografías de Graciela Vilagudín, autora también de la boda en una nave abandonada de Alba y Toni, quedarán imborrables en la memoria para poderlas revivir aquí de una forma especial.
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