La boda de Beatriz y Juan en Mallorca

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Hay bodas que respiran alma, raíces y emoción. La de Beatriz y Juan fue una de ellas. Ella, malagueña, él, mallorquín. Y juntos consiguieron unir sus dos tierras en una celebración tan elegante como llena de significado, en la que cada detalle contaba una historia.

Solo cinco meses tuvieron para organizarlo todo, pero cuando algo está claro, todo fluye. Mallorca fue el lugar elegido para celebrar el “Sí, quiero”, sobre todo porque la abuela de Juan vive allí y la familia tenía un vínculo muy especial con la isla.

La ceremonia se celebró en la Iglesia de San Jaime, una parroquia con historia para la familia del novio. Después, la celebración continuó en Finca Comassema, en plena Sierra de Tramuntana, un entorno natural espectacular, muy mallorquín, con esa mezcla perfecta de elegancia, tradición y paisaje mediterráneo.

Beatriz tenía clarísimo cómo quería su vestido de novia: cómodo, transformable y con un toque de personalidad. Acudió a Santa Eugenia Atelier, en Madrid, donde diseñaron juntas un vestido que reunía todo eso y más. Con drapeados sutiles, un fajín impecable y tejidos delicados en tonos suaves, el resultado fue un diseño elegante y con alma. El look estaba pensado para acompañarla en todos los momentos del día. Solo se quitó las mangas después de la ceremonia, logrando así esa sensación de naturalidad y movimiento que tanto buscaba. Los detalles en plata, uno de sus tonos favoritos, aportaban un brillo muy especial.

Si algo hizo único su estilismo fue el sombrero cordobés que llevó durante el cóctel. Un accesorio lleno de simbolismo que rendía homenaje a su abuela paterna. En su familia siempre han tenido tradición de llevar Panamá, pero ella quiso dar un paso más allá y rendir tributo a sus raíces andaluzas con este detalle tan personal. Completaron el look unos pendientes heredados de su abuela materna, un ramo con tonos verdes y amarillos de La Rosaleda Floristería y una cinta muy especial de su cofradía, Los Estudiantes, junto a otra de la Virgen del Pilar, como guiño a sus amigas zaragozanas.

Juan optó por un traje de Old Jeffrey con chaleco de Hackett, impecable y con ese aire clásico que tanto nos gusta. Ambos irradiaban felicidad y complicidad. La decoración floral y la papelería de El laberinto de Pitu pusieron la nota artesanal a una celebración organizada por la wedding planner Lluisa Llull.

Durante la cena, los invitados disfrutaron del catering de Amidas, y la fiesta se alargó hasta la madrugada con la música de Micky Pavón. En la recena, queso sin parar, una de las debilidades de los novios, y muchas risas. Sin duda, una boda homenaje a sus raíces, a sus familias y al amor en su forma más sencilla y verdadera que podemos disfrutar gracias a las fotografías de Borea.

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