“Todos provenimos del mar, pero no todos somos del mar. Aquellos que sí lo somos, los hijos de las mareas, tenemos que volver a él una y otra vez”.
Así comenzaron los votos matrimoniales de Aitor y Amaia con una frase que eligió el hermano de la novia de la película Persiguiendo Mavericks. Una frase que los define a la perfección por la unión tan fuerte que tienen con el mar y todo lo que les enseña cada día.
‘Nos conocimos con quince años, los dos pasábamos el verano en Bakio, un pueblo costero cerca de Bilbao. Nuestros padres eran vecinos y nuestro grupo de amigos era el mismo, pasábamos mucho tiempo juntos. Cuando empezamos a surfear quedé enamorada del surf, deporte que él ya practicaba con constancia, comenzamos a entrar al agua a diario y muchas veces anochecía cuando todavía seguíamos en el agua. Ese mismo verano empezamos a salir.
Los dos teníamos claro que queríamos casarnos en Bakio, lugar donde nos conocimos y donde vivimos. Por ello investigamos juntos los posibles rincones donde podríamos celebrarlo. Nos casamos el 30 de julio en el bosquecito cerca de un acantilado junto al mar con una sencilla y bonita decoración de la mano de Mesa Presidencial.’, nos contaba Amaia.
Un auténtica boda heartmade celebrada en plena pandemia pero aún así tuvo momentos que la hicieron mágica. ‘En la ceremonia el coronavirus nos privó de muchos de nuestros invitados, aun así nos regaló la boda más emotiva, íntima y familiar que nos podríamos haber imaginado. Queríamos que la boda fuese como nosotros, natural y sencilla. Los dos disfrutamos mucho de los pequeños momentos, de la naturaleza y de la magia de lo cotidiano, queríamos que la boda nos representase. En la ceremonia fuimos 12 en total y fue perfecta.’
Sobre mi vestido de novia quería que fuese algo de mi estilo y que me lo pudiese poner más veces a lo largo de mi vida. Me daba pena pensar que un vestido con tanto valor emocional solo se pudiese poner una vez.
Fue de casualidad, me fijé en un vestido blanco de lino, con encaje y puntillas. Era de la colección Roberto Verino SS19, ni si quiera era un vestido de novia, era lo que buscaba. Soy interiorista y tengo mucha imaginación, sabía que ese vestido con los arreglos y los complementos adecuados se convertiría en un vestido de novia, y así fue.
Junto a Mercedes Giraut transformamos en su atelier de Bilbao un vestido de lino en un vestido de novia. Quitamos el cuello camisero, abotonamos todo el frente del vestido, forramos los botones y le añadimos un forro interior. Fue muy bonito ver la transformación y con Mercedes fue muy fácil todo.
El toqué que necesitaba para convertirme en novia fuer el precioso velo de encaje y plumeti y el tocado de L’Arca.
Sobre las flores tenía claro desde el momento que vi las dalias de Marta Etxebarria que quería casarme con sus flores. Marta es fotógrafa de profesión, de hecho, fue también la fotógrafa de la boda. Marta además de sacar las fotografías con más ternura que he visto nunca tiene una sensibilidad infinita con las flores. Ella misma se encargó de mi ramo de novia, de la decoración floral en el banquete y en el cóctel. Junto a ella, detrás de las cámaras se encontraba también Miguel Eguiraun de Recuerdos de Cine, el videógrafo que hizo posible que hoy todavía podamos revivir los momentos de la boda en video.
Después de comer con los invitados de la ceremonia celebramos un cóctel al anochecer con nuestros amigos y demás familia en Zintziri Errota decorada con mesas y sillas de mimbre, alfombras de ratán y guirnaldas que pusieron con mucho mimo las chicas de Mesa Presidencial. No sé cómo hubiese sido la boda sin coronavirus, pero puedo asegurar que a pesar de la situación superó cualquier expectativa, fue emotiva y muy divertida, fue perfecta tal y como sucedió.
