La boda de María y Gil en Menorca

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‘Gil y yo nos conocimos hace 7 años y desde entonces todos los veranos vamos a Menorca. Se ha convertido en nuestro sitio preferido del mundo. Es el lugar donde paramos, disfrutamos de nosotros, conectamos con la naturaleza y cargamos pilas para el resto del año. Prácticamente desde el principio sabíamos que si algún día nos casábamos sería en esta isla, y que nuestra máxima ilusión sería compartir con la gente que queremos las sensaciones de nuestros veranos allí.

Nos casamos el 9 de junio, nueve meses después de que Gil me lo pidiera en nuestra calita tomando una cerveza como cada tarde, y solo volvimos a Menorca un par de veces antes de la boda para organizar cosas. Os cuento esto porque para mí explica muy bien cómo somos, la tranquilidad con la que vivimos los preparativos, y lo que simplifica el no perder la perspectiva de lo que verdaderamente importa.’

Así nos empezaba a contar María los detalles de su auténtica boda heartmade (pre época coronavirus), un fin de semana entre familia, amigos y las maravillosas playas de la isla gimensia. ‘Tres días inolvidables rodeados de nuestra gente, risas resonando por toda la casa, excursiones a la playa, desayunos en el porche, y hasta paseos en tractor’, nos desvela la novia. Organizaron una cena preboda en el muelle del Bar Paupa, mítico de la isla como preludio del gran día y el domingo prepararon una barbacoa en la piscina de la Finca Binisegarra, donde se alojaron junto a sus 20 mejores amigos.

La novia confió en Flor Fuertes para diseñar su vestido de novia. ‘Queríamos algo ligero, muy veraniego, y Flor encontró en un anticuario una mantelería de lino con encajes y cuatro servilletas. Con eso y ya está, aprovechando cada detalle, hizo los dos piezas de mi traje’. Como complementos, unos salones nude de Chloé, unos pendientes de oro y coral que le regaló la madre de Gil y el anillo de pedida que era de su madre. El ramo se lo hizo Ferrán, florista de la isla, y llevaba solo flor de cera y olivo. También se encargó del pequeño tocado en el moño de bailarina y de toda la decoración que había en la Ermita y la Finca.

Gil por su parte llevó chaqué de Silbon, chaleco de lino hecho a medida y una corbata de Loewe. Lucía el reloj de oro herencia de su abuelo y dos gemelos diferentes: uno de su padre y uno de la novia.

‘Elegimos la Ermita de Fátima porque es sencilla y preciosa. Toda de piedra y cal blanca en lo alto de una montaña. Mi padre y mi hermano Nacho me llevaron hasta la iglesia en un Suzuki Samurai hecho polvo y entré con “Hero” de Family of the Year versionada a guitarra por nuestro amigo Jojo Longbotton’. Después de la emotiva ceremonia novios e invitados se dirigieron a la Finca Binisegarra donde los chicos de S’Algar sirvieron un cóctel de productos muy menorquines como la ensaimada con foie, la sepia con sobrasada y las tablas de quesos de mahón. Luego cenaron un suquet de rape con gamba roja de Mahón en mesas imperiales bajo guirnaldas de luces y olor a pino.

Los novios abrieron el baile con la versión a piano de la canción “Ultralife” de Oh Wonder y la fiesta siguió hasta que se hizo de día, después de cargar las pilas con hamburguesas en la barbacoa. Un magnífico día que Alejandra Ortiz inmortalizó a a perfección. ‘Si tengo que describir nuestra boda de alguna manera fue como el mejor primer día de verano. Ese día en el que luces el primer moreno, te arreglas con ilusión, te reencuentras con la gente que quieres en un sitio que es especial y del que tienes muchos recuerdos, los planes se superponen y el día no acaba’.

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