‘Desde el momento que Javier me pidió que me casara con él en Dumbo, mi rincón favorito de Nueva York, empezamos a pensar en nuestra boda. Tanto que al día siguiente compré mis zapatos de novia (unas sandalias doradas de la firma Aquazzura), sin tener todavía ni siquiera pensado el vestido que llevaría’. Así es cómo Elena nos empezaba a contar las primeras líneas de su gran día.
‘Me enamoré perdidamente del que sería mi vestido de novia y para hacerlo todavía más “yo” decidimos cambiarle las mangas’ nos dice la novia. Junto a Vanessa Datorre, alma mater de Boüret, disfrutaron de los momentos de cambios y pruebas y finalmente se decantaron por las mangas abullonadas y un velo estilo retro. ‘Para completar mi look, tenía en mente un velo de tul con mucho volumen en la parte superior, me encanta ese estilo 70´s, ya que siempre estuve enamorada del look de novia de mi madre y Vanessa lo plasmó a la perfección. Algo que también tenía muy claro, es que no me quería cambiar de vestido pero sí darle un toque diferente para la fiesta. Como soy muy fan de los sombreros le tenía echado el ojo a uno de la firma Janessa Leoné y no dudé en pedirlo a ciegas, estaba segura de que sería un acierto’ Y así lo fue. Como complementos eligió unas botas blancas de charol de Miista, muy en la línea de los 70 y unos pendientes de Sophie Bille Brahe regalo de su suegra. Moi Freire, amigo personal de la novia, se encargó del look beauty y de la costumización de la novia e invitadas para el momento fiesta con fantasía de brillos y purpurina.
‘El novio tenía claro desde el principio que quería un traje a medida y para ello fuimos juntos al sastre, Juanjo Rig. Decidimos los tejidos y también que finalmente llevaría un smoking, el resto fue sorpresa para mí, y estaba guapísimo.’ Y se decantó por unos slippers de Yves Saint Laurent.
La novia se dedica a la decoración floral y junto a su socia en Ai Carmiña, diseñaron con mimo y dedicación cada una de las composiciones de ese día, e Inbloom las llevó a término. ‘La ceremonia fue en el jardín del exterior del Pazo de Santa Cruz de Mondoi, en mi cabeza tenía claro que quería un jardín lleno de flores, teniendo en un cuenta que soy florista no podía ser de otro modo. La ceremonia fue en círculo con nosotros de pie y girando entorno a ella’, nos cuenta. ‘Es una de las partes más emotivas de la boda, yo caminé hacia el altar atravesando un pasillo formado por cubos de flores, otro guiño a mi profesión, y dirigiéndome directamente a donde tenía muchas ganas de llegar, al ver a mi futuro marido solo se me caían las lagrimas y ese se convirtió en mi momento favorito de la boda. La ceremonia fue oficiada por mi hermana pequeña con varias intervenciones de familiares y amigos’
El equipo de Frida Kiwi fue quien se encargó del diseño, organización y decoración de todos los espacios con un toque muy arriesgado, salvaje y lleno de color que impactó y atrajo a todo el mundo. Y sin duda, en el que los novios se sentía totalmente reflejados. No faltó un seating plan recreado un puesto de pan con el nombre de cada invitado, un guiño especial al novio que es panadero, o un photocall y un salón con 50 luces de neón creando un ambiente mágico. ‘Veíamos nuestra esencia en cada rincón del Pazo, fue una boda diferente, artística, sutil y elegante’.
Los Mecánicos, Más Músic y Jukebox se encargaron de amenizar la velada con su música, sonido y luz, y Cousa Rica de que ningún invitado se quedaría sin probar un delicioso cóctel durante el aperitivo.
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