La boda de Ana y César en el Mas del Pi

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“César y yo nos conocimos en Madrid hace seis años gracias a su prima y una de mis íntimas amigas, Carola. Aunque suene muy romanticón, fue un auténtico flechazo! Cinco años y medio después, y al poco de prometernos, llegó el Covid y los preparativos se retrasaron, todo era incertidumbre y aunque había que mantener la cabeza firme, había días (bastantes) en los que era complicado. Lo que algo teníamos claro y nos mantuvo muy fuertes, era seguir adelante con la fecha. Si se permitían celebrar bodas para entonces, de la forma que fuese, nosotros teníamos muy claro lo que, en nuestro caso, era lo más importante.

César es de Madrid, y yo de Castellón. Él sabía que para mí era un sueño casarme en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó y el 4 de Septiembre, lo conseguimos. Y fue un día realmente emocionante, sincero y donde recibimos muchísimo calor y felicidad por parte de todos los familiares y amigos que nos acompañaron. ¡Qué divertido fue, y qué ENTREGADOS estuvimos todos! Nos sentimos enormemente afortunados. Por diferentes circunstancias nos faltó gente importante con la que sin duda, celebraremos cuando la ocasión nos lo permita.

Habíamos escuchado muchas veces, que es muy común que al día siguiente te levantes con la sensación de que el día ha pasado volando y no recuerdas muchos detalles, sin embargo, es curioso que ambos sentimos que disfrutamos de absolutamente cada segundo. El día estuvo envuelto de una cercanía, tranquilidad y magia especial que es difícil de describir.  Sin duda es posible hacer bodas divertidas sin necesidad de una pista de baile y es posible celebrar aún en tiempos difíciles. Ni en nuestros mejores sueños (con y sin covid) hubiésemos imaginado un día tan maravilloso y que nos representase tanto.  La gente estaba muy concienciada con la situación, y entre todos, lo pusimos muy fácil.

Para el gran día mi única opción era ir a ver a Diego Estrada, ya me había vestido para la boda de mi hermana y sin duda tenía que ser él. Nuestra primera visita estaba prevista en marzo, justo cuando nos confinaron, por lo que no pudimos vernos hasta principios de junio. Tal fue la conexión que no hicieron falta más de tres visitas desde aquel día hasta la recogida. Buscábamos algo sobrio y con lo que me sintiese muy cómoda y muy yo, aunque con un toque especial y diferente. En 2019 estuve con mi madre en la India, somos unas apasionadas de todo aquello, y fue en Udaipur, donde encontramos a un anciano vendiendo bordados de sarees antiguos, tenía auténticas joyas pero fue uno en concreto que me fascinó. Ya en aquel entonces supe que el día que me casase lo incorporaría a mi vestido. He de decir que Diego y su equipo crearon el vestido de novia perfecto para mí y con el que me sentí comodísima en todo momento. La cola era de tul de seda que salía del hombro izquierdo para juntarse en el lado derecho de mi cintura. Era tan ligera que no me la quité hasta las últimas horas del día!

Siempre me había hecho mucha ilusión utilizar una mantilla familiar para la Iglesia. Tenía un valor muy sentimental, era de principios del siglo XX y un regalo que me hizo mi madrina para la ocasión, que complementé con unos pendientes también familiares, de mi tatarabuela. Las sandalias fueron un regalo de mis íntimos amigos de Madrid, en tono nude y súper ponibles a posterori. Se encargó de peinarme Silvia Guirado con un moño básico que adornamos con unas peinetas que compramos en Sevilla, y de maquillarme Elena Soler. Buscaba algo muy natural ya que no me maquillo demasiado a diario y lo clavó.

A mi madre, que no podía ir más en su estilo, también le vistió Diego. Elegimos un tono verde cactus que le hizo estar radiante! El bordado que le incorporaron, lo trajimos del mismo puestecito indio de retales de sarees antiguos de Udaipur, y los zapatos, fueron un regalo que le hice en agradecimiento por tanta entrega y ayuda en los últimos meses, la verdad que su optimismo y positividad ante la situación, fue un apoyo fundamental para mí.

César confió en sus amigos de Old Jeffrey tanto para el chaqué y la camisa como para el chaleco. Me hace gracia porque le hacía mucha ilusión que fuese sorpresa para mí, cosa que me encantó, y efectivamente superó mis expectativas. ¡Estaba hecho un bombón! Su madre, que me pareció que fue una madrina además de elegantísima, diferente, iba de Miguel Marinero, estaba guapísima.

La celebración la hicimos en Mas del Pi, una típica masía de la zona situada entre naranjos, con el catering del Grupo Peñalén. Para la decoración, siempre tuve claro que Mallorca tendría algo de presencia en nuestro día. Mi abuelo es mallorquín y siempre pasamos los veranos en la Colònia de Sant Jordi, un pueblecito al sur de la isla. Desde la Iglesia hubo guiños en este sentido, y tanto las bolsitas de arroz, como los abanicos que repartimos, estaban hechos con telas de colores de llenguas mallorquinas. El seating plan estaba forrado con la misma tela en color teja, así como los meseros, mientras que los manteles, en verde.

Siempre nos ha gustado la combinación de estampados y estilos, y le dimos un toque diferente a la mesa combinando las llenguas mallorquinas con el característico block print de la India presente en las servilletas. Las hicimos con tela que trajo mi madre el pasado enero de su última visita. Había 9 prints diferentes y acabó convirtiéndose en un regalo para los invitados, que hasta los hombres, se llevaron para usarlas como pañuelo!

Además, durante el mes de mayo, en el confinamiento, mi madre y yo hicimos unos collares de colores con una cruz de nácar como detalle para todas las invitadas.

Tanto para el seating plan como para los marcasitios y las invitaciones de boda contamos con Amparo, de Joc de Lletres, a la que no podemos agradecerle más su predisposición. En las dos últimas semanas hubo bajas hasta el día antes de la boda, y estuvo a pie del cañón sin perder la ilusión por participar en nuestro día.

Durante la comida, hubo momentos divertidísimos. El ramo, de eucalipto y astilbe rosa, que me lo hizo Isabel, de la floristería Isabel del pueblo de Benicàssim -donde mis padres viven y donde me cambié-, se lo di a una de mis íntimas amigas desde los tres años, Paloma. Fue un momento único.

Contamos con Diego Gilca, que vino de Madrid para darle a la boda el toque cañero que buscábamos desde el principio. Estuvo con nosotros desde el aperitivo, como los chicos de Audioprobe, que además de encargarse de la iluminación y sonido, nos trajeron a un violinista y un saxofonista que junto con Diego, hicieron que desde el cóctel, todos disfrutáramos como enanos.

El Grupo Peñalén y las chicas de Fit for Weddings, que velaron en todo momento por el cumplimiento de las medidas establecidas, organizaron todo de tal forma que la boda estaba hecha entorno a grupos de 10 (los mismos desde el inicio hasta el final). Para las copas, en formato reservados. Mi padre y yo bailamos la canción Skinny Love, fue un momento en el que para mí, solo estábamos él y yo. Esta canción me la enseñó César antes de que empezáramos a salir, y siempre ha sido muy especial para nosotros. Acabamos bailándola César y yo pero en una versión mucho más cañera y más de nuestro estilo -somos poco romanticones-

Y los chicos de Kiwo, qué decir… queríamos que nos acompañasen por la naturalidad que les caracteriza pero consiguieron algo mejor, ya que a través de sus fotos somos capaces de sentir las emociones de aquel día. Tuvimos la suerte de rodearnos de grandes profesionales, que muy realistas con la situación, nos ayudaron a que el día fuese mejor de lo que jamás habíamos esperado. Sin duda, repetiríamos con cada uno de ellos con los ojos cerrados. “

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