‘Respecto al vestido, yo tuve pocas dudas. Hacia años había visto un vestido de Marcela Marsengas que me había enamorado y había hecho que me aprendiese su nombre. Luego fui viendo más y más vestidos suyos y, aunque todos eran distintos, todos tenían algo. Así que fui a conocerla y enseguida me enamoré de lo que me propuso. Un vestido muy sencillo pero con un pequeño toque especial: sus mangas de jaretas hechas a mano. Tanto Marcela, como todo su equipo, fueron encantadoras y nos guiaron y ofrecieron opciones a todo lo que fue surgiendo por el camino. La verdad es que hacen magia y todos los tejidos con los que trabajan son maravillosos. Le propuse a Marcela hacer un pañuelo que atar a mi moñete y ella me hizo una bandana en raso con la que me sentía totalmente yo’
Como complementos, unos zapatos joya verde bosque de Jimmy Choo, un anillo de pedida de Suárez, unos pendientes de esmeraldas y brillantes prestados de su tía y un look beauty muy natural a cargo de Nacho Fernández Ruiz.
En cuanto al ramo, María quería algo muy verde, un poco salvaje y que llevase unas flores de una hierba que su abuelo siempre recogía en sus paseos por el monte y esa mañana su madre le hizo un ramo muy especial. ‘Mi abuelo es el gran amor de mi vida y desgraciadamente ya no está con nosotros. Pero ese día mi madre me cosió una moneda de oro que mi abuelo me dejó en herencia en el lazo que llevaba mi ramo, para que también me pudiese acompañar al altar’
La madrina iba de Isabel Zapardiez y la madre de la novia, en rosa empolvado, de Juanjo Oliva. El novio decidió hacerse un chaqué a medida en Oteyza que le quedaba como un guante, y que combinó con corbata, camisa, tirantes y gemelos de Hackett. Además llevaba el reloj Omega que María le regaló en su pedida.
El verde y el norte tenía que estar presente y así fue. ‘Yo soy asturiana y él vasco, la boda iba a ser en el norte, no había ninguna duda, y queríamos que fuese muy del norte también. Por eso el Palacio de Meres, en medio de su precioso bosque verde, nos pareció el lugar perfecto. Además, la capilla de Santa Ana nos enamoró con su sencillez y calidez. Y que todo pudiese pasar en el mismo lugar era justo lo que buscábamos. También tuvimos súper claro que esos sabores tan del norte estarían representados en la cocina del Real Balneario de Salinas, que es una apuesta segura de calidad y de buen hacer y en los que siempre ha confiado mi familia para cualquier evento importante.’
De las flores de la iglesia, del aperitivo, del Palacio y de las mesas se encargó El Invernadero de Oviedo. La música, una de las grandes aficiones de los novios estuvo muy presente intentado que con cada canción se notara su sello personal. María entró en la iglesia mientras sonaba “My sweet lord” de George Harrison. Inauguraron el baile con sus padres con la canción de los Bee Gees “To Love Somebody” y luego, eligieron The man in me de Bob Dylan para el primer baile juntos.
Luego, novios e invitados se trasladaron al Llagar del Palacio para dar rienda suelta a la fiesta, con un concierto de rock y pop de Los incorregibles, el ritmo de Jaime Arguelles en los platos y un espectáculo de fuegos artificiales sorpresa para los novios. ‘Fue el fiestón de nuestras vidas y lo dimos todo. ¡Ojalá poder repetirlo cada año!
Un gran día que las chicas de Días de Vino y Rosas inmortalizaron a la perfección, como nos tienen acostumbradas con la boda cañera de Lara, la boda de los Julis , la boda de Carla en Valencia o Virginia en Alicante.
Fotografía: Días de Vino y Rosas | Vestido de novia: Marcela Mansergas | Zapatos: Jimmy Choo | Traje novio: Oteyza | Muah: Nacho Fernández Ruiz | Finca: Palacio de Meres | Catering: Real Balneario de Salinas | Flores: El Invernadero de Oviedo
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